Tentación Prohibida sobre 4 Ruedas
Me encantan las faldas, amo las cortas, me hacen sentir muy femenina, entonces, un día decidí usar este tipo de atuendo, así que usé esa hermosa falda color crema que dejaba ver mis piernas y entallaba perfectamente mi cintura. El plan era ir a un sitio en una zona bonita de mi ciudad, quedamos con amigas y allá llegamos.
Estaba en la barra pidiendo algo
cuando sentí que alguien puso sus manos en mi cintura y exclamó ¡Hola, primita!
¿Cómo estás? Y yo quedé en shock: era mi primo en tercer grado que no veía
hacia un millón de años, definitivamente, el tiempo había hecho maravillas con
él.
Le pregunté con quién estaba y me
dijo que con unos amigos. Me invitó a su mesa, pero le dije que no. Cuando
regresé mi amiga estaba besando con locura a un desconocido, así que decidí ir
a bailar. Ahí en la mitad de la pista él vuelve a encontrarse conmigo y
empezamos a bailar. No sé qué sucedía en aquel momento, pero hubo un tema de
conexión, sus manos rodeaban mi cuerpo y el aroma de su cuerpo me hacían
desearlo. ¿Qué sucedía conmigo? De verdad deseaba un beso suyo, todo se
convirtió en algo que se me estaba saliendo de control cuando él se acercó y me
preguntó algo. Sus labios rozaron mi cuello y sentí cómo mi cuerpo se quebró.
En ese instante apareció una
"vieja", le preguntó algo, la verdad yo no entendí, pero de una forma
extraña sentí incomodidad. ¿Quién era ella? Entonces le dije, oye, es mejor que
vayas, parece que te necesitan y ella es muy bonita (para que se hagan una
idea, era mi antítesis, poco busto, piernas largas y delgadas). Él no se fue,
pero yo sí regresé con mis amigas; una de ellas se había ido, pero nosotras
tres bailamos y en la madrugada decidimos irnos.
Cuando salí del lugar él estaba
allí y me dijo, ven yo te llevo, no te voy a dejar sola. Un nuevo conflicto
interno se apodero de mí, pero me sentí agotada, tenía frío y su propuesta fue
su mejor opción.
Me preguntó si quería ir a algún
lugar; le dije que sí. Terminamos en un mirador tomando aguapanela, él me
presto su abrigo y cuidó de mí de una forma muy respetuosa y bonita.
No obstante, su calidez y
protección lo hacían lucir más interesante, más sexy. En un punto de nuestra
conversación fue inevitable morder mis labios y querer con locura sentir los
suyos. No sé si se dio cuenta, pero me abrazó de una forma muy erótica. De
alguna manera provocó que nuestros cuerpos percibieran la forma del otro; él
pudo sentir mis senos y yo ese gusto que sentía por mí gracias a su pantalón.
No pronunciamos más palabras,
pero decidimos que era mejor volver al carro. Él abrió la puerta para que yo
subiera; justo en ese momento me miró y me dijo: Te voy a ayudar con el
cinturón. Se acercó a mi boca y me besó. Ese beso fue intenso, se me olvidó
todo, se sentía delicioso. No paramos por mucho tiempo, esos labios eran como
agua en el desierto y sus manos traviesas llegaron a mis senos, a mi cintura y
luego a mi falda. Se detuvo y me miró solo para decirme: amo tus piernas. En
ese instante, no sólo sentí sus manos en mis mulos; también sentí cómo sus
movimientos llegaron a mi entrepierna, y en ese instante la humedad de mis
bragas delató mi gusto.
Él me dijo, espera, voy a subir
al carro, entonces le dije: ayúdame a reclinar la silla y siéntate tú, quiero
sentarme encima de tus piernas. Entonces él lo hizo, abrí mis piernas para
sentarme sobre él y nos besamos. Él jugaba con mi pelo largo y yo besaba su
cuello. Sus dedos se acercaron a mi humanidad y él confesó: Me encanta saber
que así te pones por mí. Entonces, coquetamente, le confesé, esto es lo que
haces, pero deberías probar no solo con tus dedos; quizá te calientes un poco
más.
Al tacto su placer era notable;
él estaba tan firme como para usar mi boca en una sola dirección; era perfecto
para tomarlo con fuerza y probarlo con mi lengua. No obstante, antes quería
probarlo. Así que me puse de espaldas, y trato con dificultad ponerme de pie.
Quería mostrarle cómo me quedaban las bragas, cómo se veía esa parte de atrás. Volví
a tomar mi posición y no lo dejé hablar. Lo seguí besando e intenté quitarle
bajarle la cremallera; él me ayudó mientras nuestras bocas no se separaban,
hasta que lo vi y se me hizo agua a la boca. Era él, firme, enorme y mío.

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