A ella
En frente de mi el espejo, un rayo de sol se asoma y ante mí el reflejo que no quiero ver, cuanto dolor que sólo detallan esas marcas en mi cuerpo ¡Dios como duele!, me siento agotada.
Ayer de nuevo me golpeo sin ninguna razón, me acuso de ser una vagabunda y una perdida, ¿qué clase de padre ser refiere así a su hija?
Con qué derecho... no ha sido ni siquiera un padre, qué clase de hombre, llega borracho e intenta seducirte, odio cada vez que siento sus manos, no es justo que siendo una niña deba enfrentar esto, me ahoga su aliento, me inmoviliza , tal vez es mi culpa.
Sin embargo, en ese instante mi mente se desconecta y piensa en las posibilidades que puedo llegar a tener, nuevamente esperanzada, hago de cuenta como si en este cuarto húmedo y de olor anís, no pasara nada.
Estoy luchando conmigo, una parte de mí quiere darle un cierre huir, correr y correr hasta sentirme a salvo pero no va ser suficiente, porque siempre estará allí juzgando, siguiendo cada pasa que doy.
Así , que una pequeña parte se llena de valor, con firmeza me acerco a su cuarto, y de su armario decido tomar su arma, esa que usa con aparente desdén cada vez que intenta intimidarme..
No sabía lo pesada que era, pero estoy decida acabar con esa vida que no vale la pena, que no debería ser,entonces, una voz interrumpe mis pensamientos y me cuestiona
-Ana , qué haces con eso ?
es mi cuñada Diana , yo después de un suspiro profundo le respondo:
-quiero dar fin a tanto sufrimiento y hoy a mis 15 años de vida sé con exactitud que debo hacer
Entonces, un sonido vibrante se escucha en la habitación, mi alma se ha desconectado de mi cuerpo y siento al fin un descanso perpetuo, mi cuerpo ha dejado de doler y de mis ojos un pequeña lagrima brota hasta mis mejillas, es mi manifestación de gratitud al concluir esta agonía

Tristemente una historia real de muchas personas.
ResponderEliminar